Wednesday, April 23, 2008

¿Dónde estás éstas noches que lloro tu ausencia? ¿Dónde se ha metido el aroma de tu piel? El vapor del baño no es el mismo, en el espejo empañado ya no se delimita tu silueta detrás de mí. ¿Qué fue lo que aconteció para dejarnos en esta situación? ¿En que momento te perdí? Ahora es demasiado tarde, hay cosas con las cuales no hay vuelta atrás. No me percaté de que lentamente te estuvieras deslizando, alejándote cada vez más de mis manos, de mis caricias, de lo que siempre fui para ti. Todo fue paulatino, y sin embargo tan repentino. Un día desperté y ya no estabas en nuestro lecho, sabía vagamente que nunca regresarías. En la somnolencia recordé la discusión, las palabras que se volvían más frías y tu más distante. Problemas siempre habíamos tenido, al grado que nuestros amigos comentaban que recargábamos batería con nuestras pasionales discusiones. (Recuerdas la vez que la vecina de dos pisos abajo vino a pedirnos un poco de cordura)
Nunca fuimos estables, pero ese va y ven mantenía las cosas en una dinámica que a los dos nos gustaba. Éramos felices en nuestra siempre cambiante relación, donde parecíamos más dos huracanes contenidos en un mismo hogar. Y luego vino el enfriamiento, sin duda no podríamos durar así siempre, aunque jamás cuestioné el status quo. Venías e ibas, pero siempre regresabas con alguna novedad, algún nuevo punto de confrontación. Y así vivíamos; vampiros sorbiendo de la vida y la esencia del otro, hasta ese día en el que decidiste no volver.
Habíamos comenzado a vivir vidas diferentes, deslindadas por completo. Tu por tu lado, tu con tus amigos, con tu horario laboral en el que apenas coincidíamos un par de horas en la misma cama. Dejamos de hablar, de pelear, de discutir. Dejamos de buscarnos. Y un día en vez de los tradicionales choques entre titanes a los que estábamos acostumbrados, nos encontramos con la indiferencia del otro. Sí, haz lo que quieras. Sí, aquí estaré. Sí, como gustes. Sí, si te viene bien. Ok.
Entre la desorientación recuerdo como un sueño. La primera y única vez que platicamos.
-Me voy a ir.
-¿Sí? ¿Cuándo regresas?
-Nunca, ya me voy Juan.
-¿Qué?
Llevábamos más de 10 años juntos. No es que no creía que te pudiera perder (bien sabes que jamás te di por hecho), es que jamás imaginé que sería así; tan contundente y final. Y así fue, partiste por esa puerta para nunca regresar. Ahora mismo no sé si ha sido un día o un año, pero sigo aquí, en la cama, sintiendo el vacío del hábito. El vacío de lo que alguna vez fuimos, de lo que tuvimos. De los momentos en los que nos volvíamos uno, de cuando nos separábamos únicamente porque era necesario para comenzar una nueva embestida.

No sé dónde estés, pero si estás por ahí espero que aún nos recuerdes con una sonrisa en tus labios y una lágrima en la mejilla. Que calidezca un poco tu corazón recordando esos años de convivencia. Espero la vida no haya sido demasiado cruel contigo, y espero, sobre todo, que después hayas encontrado la felicidad que tanto añorabas.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

silencio, completo... incabable, ineludible... tranquilo, cómico, doloroso y rastrero. silencio gris de tarde de primavera que traiciona con vientos fríos, con consideraciones inútiles, con expectativas esfumadas en conversaciones circulares. silencios compartidos y efímeros en su calidad de silencio audible más no tangible, silencios por todas partes, ahí se oculta la ausencia, ese es nuestro rostro mirando hacia un lado...

Friday, May 30, 2008 at 2:01:00 AM CDT  

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