Tuesday, March 04, 2014

Tan largo me lo fiáis... cont.

¿Tres días, una semana? No podía recordar cuanto tiempo llevábamos así. Es como si ese tiempo que estuvimos separados jamás hubiera sucedido. Los cuerpos se habían reencontrado tórridamente, como si no hubiera pasado ni un suspiro desde su último encuentro.  Y pareciera que ese tiempo no hubiera pasado. Estos días habían bastado para olvidar todos los cuerpos en el intermedio. Todos los demás se disipaban como una nube gris llevada rápidamente por las corrientes. La sinfonía de nuestros cuerpos palpitaba, oscilaba entre movimiento y movimiento, un alegro, un adagio, un vivace y de regreso a un andantino. Todo a piacere, con brio, el tempo giusto siempre, un poco con dolcezza, y después con molto fuoco. La fuga continuaba y continuaba con sus cadencias naturales, caíamos exhaustos, sólo para poder regresar.
En tu pectoral derecho tenías un tatuaje, era nuevo, unas grecas en un tribal circular, hecho con un detalle minucioso. Lo besaba. El relieve me hipnotizaba, lo recorría suavemente con las yemas de mis dedos, apenas tocando tu piel y haciéndote vibrar. Reíamos, platicábamos, bebíamos té. Nos besábamos aveces y siempre nos hacía y deshacía el amor. Por fin nos despedimos, era hora. Sin certezas de si nos volveríamos a buscar, o si nos volveríamos a ver.


***


Al cabo de esos días en que había recorrido tu cuerpo minuciosamente, cada detalle estaba memorizado, mi piel lo conocía, mi vista lo reconocía. En mis sueños, los recuerdos de tu cuerpo de hace años se entremezclaban con mi embriaguez por tu nuevo cuerpo; sus nuevas cicatrices, sus arrugas, su bello, tu piel más tersa, la temperatura más elevada de tu piel. Tan sólo recordar tu aroma hacía estremecer mi cuerpo y me  hacía temblar de deseo. Algunas cosas no habían cambiado, en nada.

***

Me invitaste a tu cuarto y me dijiste que me acostara boca abajo y que me relajara. Comenzaste con la máquina, a dibujar a mano libre, a ilustrar algo sobre la piel de mi omóplato, a marcarme. Cuando terminaste lo tapaste y me dijiste que no lo podía ver hasta dentro de dos semanas. Me besaste la frente con ternura, como a una hermana menor.

Estabas parado detrás de mi con un espejo a nuestra espalda. Lentamente quitaste la cinta, el vendaje, y me pasaste un espejo de mano.  Lo miré, era casi idéntico al tuyo, las líneas un poco más delicadas, más curvas, detallado con más suavidad. Cerré los ojoso y recordé el tuyo, de tamaño tenían que ser muy similares. Te paraste nuevamente detrás de mi y te quitaste la camisa, diste un paso hasta empalmar nuestros cuerpos, me abrazaste y sentí como se alineaban los dos tatuajes perfectamente, el tamaño, la forma, la altura. Perfectamente. Te miré a los ojos con la pregunta en los labios, ¿cómo lo hiciste? Y sólo me respondiste, sólo así podía resultar.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home