Thursday, October 19, 2017

35th

Sí, ya habías llegado.  Me asomé a la sala y te vi ahí.  En esa pose tuya, tan perfecta.  Siempre te veías tan despreocupado, sentado en el pretil de la puerta fumándote tu primer cigarro del día.  Amaba tu rutina diaria. Llegabas del trabajo, aveces destapabas una cerveza, siempre te sentabas ahí, en la orilla de la puerta. Lentamente y con muchísimo cuidado encendías tu cigarro, dabas una primera inhalada y tu mirada se perdía en la distancia, mirando hacia afuera del departamento.  Podía ver como cada músculo en tu cuerpo se relajaba en esa primera exhalación.  Veía como se iban todas tus presiones del día laboral y comenzabas a tranquilizarte.  Después, un sorbo a la cerveza y esa sonrisa pícara tuya, como cuando estabas imaginando los efectos de una de tus travesuras; felicidad y satisfacción. 
Me quedé mirándote otro par de minutos, ingeriéndote con la mirada, grabándote en la memoria. Debías haber llegado hace unos 40 minutos, los primeros sorbos de tu segunda cerveza. Probablemente el sonido del refri fue lo que me despertó. Me encantaba verte así, tan tranquilo y despreocupado. Me quedé parada, quieta, mirándote, hasta que en una de las últimas fumadas de tu cigarro, giraste tu cabeza un poco más y me notaste.  La sonrisa que esbozaste en ese instante me llenó de la euforia desbordante que sólo esos primeros meses de enamoramiento pueden tener.  Un instante después me llené de aprensión ante lo que tendría que decirte al rato. 
-Ven, siéntate.  Contigo jamás he sabido si eran invitaciones o imperativos, o si simplemente vocalizabas acertadamente mis deseos.
Fui lentamente al refri, todo es más sencillo con una cerveza en mano, o encima.  Fui hacia ti, a sentarme a tu lado. 
-Salud corazón. 
El primer trago siempre sabe a gloria. Su manera de deslizarse por la garganta, el choque del líquido helado después de tocar unos instantes la lengua.  El segundo trago sabe aún mejor, la boca ya aclimatada, lista para percibir el sabor, la garganta ya lubricada para facilitar el deslizamiento del elixir.  Pocas cosas tan deliciosas y placenteras.  Te miro nuevamente.    ¿Qué más se puede pedir en la vida?  Sentirse así, poderte mirar, tocar y compartir contigo una cerveza.  Probar tus labios que aún tienen esa sutil esencia de tabaco, creando esa complejidad y complicidad, una familiaridad y deseo por más.
Tú.  Sólo tú. 

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