Tuesday, November 04, 2008

Sueños del nunca jamás

Ya me había acostado, leía y dormitaba en lo que esperaba su llegada. El rítmico tick-tock del reloj arrullaba mis pensamientos. Escucho la puerta de entrada, las llaves sobre el perchero, el portafolio. Salgo a la sala en mi bata, y una inmensa sonrisa invade mi cara al verte, te abrazo y mi boca busca la tuya. Después de un instante nos separamos. Sobre la mesa está la merienda que le dejé, fruta picada, yoghurt, leche y un pan dulce.

-¿Tienes hambre? Ojeas la comida y asientes con la cabeza. Platicamos sobre nuestros días mientras comes, me levanto a darte un masaje, estás tenso por no mencionar cansado. Lavo los trastos mientras te duchas. Me encuentras de nuevo en la cama cuando sales. Te pregunto si vas a ver un rato tele o si ya te vas a dormir. Prendes la tele, algún video de música se reproduce mientras arreglas tu ropa para mañana y haces tu checklist mental de tus deberes del siguiente día. Finalmente te escurres en la cama, te doy un pequeño beso en la mejilla, me sonríes. Mis manos comienzan a acariciarte la espalda, a recorrer tus brazos y tu cuello. Te hago piojito un ratito más antes de que terminen las caricias y nos acurruquemos a dormir. Duermo con mi cabeza apoyada en tu pecho, mi pierna encima de la tuya.

5.45 Despierto y te miro, te siento y suspiro de gusto. Te doy un besito en la mejilla, sin despertarte y me vuelvo a acomodar en ti. Mi dedo dibuja tus facciones, transita por tu pecho y termina nuevamente en tu mejilla. Te doy otro beso, éste en lo labios. Beso tu mejillas, tus ojos, tu nariz, y nuevamente te doy un largo beso en tus labios que comienzan a responderme. Me escabullo de la cama, tantas cosas por hacer y un día por delante.

A las 6.45 entro nuevamente a ver como estás, sigues en la cama, con tu ojos cerrados ahora estás de lado. Sentada en el borde de la cama, te beso nuevamente, te digo al oido que es hora de que te levantes. Te muerdo el lóbulo mientras te lo susurró. Me abrazas y me jalas fuertemente hacia ti, tirándome en la cama a tu lado. Permanecemos ahí, abrazados, besándonos disfrutando de lo que podría ser una eternidad. Finalmente me tengo que despegar de ti. Te aviso que todo está en orden y que me dispongo a partir, no sin antes darte un largo y delicioso beso de despedida.

Antes de echar la llave a la puerta, escuchó la regadera y por un instante titubeo, deseo tanto regresar, compartir también eso conmigo, pero miro rápidamente el reloj, y el tiempo (oh! maldito tiempo) sigue su infatigable tregua hacia un futuro infinito.

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